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Anualidad

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Va en serio











Hoy se cumple un año desde que ayer se cumplió un año desde la primera noche en vela del dosmiltrece. La primera noche en la que, después de un dosmildoce de estarle pidiendo peras al horno (dejemos al olmo en paz por favor) y de pedirle al señor en el que no creo que me crea y que me deje viajar en el tiempo, volví a perder la esperanza y quise matar a la pobre Tencha cuyo único pecado es hacer feliz a la provincia de las noches cortas. Lo malo es que las madrugadas son largas y frías, lo bueno es que el año impar me trajo la suerte que el año par me arrebató con sus largas y afiladas garras. En este año par ya las curitas quedaron en la basura y la suerte no aparenta tener intenciones de abandonarme, en este año par le dedico mil y un fuegos artificiales al individuo que amarró con correa a mi suerte.

El juego cambia y hay poco tiempo para memorizarse las reglas antes de echarse al agua. En el agua hay peces y la pecera del Bambú está horriblemente sucia. Si recuerdo bien, al tercer strike es que funcionó el asunto pero por motivos de que soy una desubicada estoy prendiéndole velitas al día en el que empezó la película, no al momento romántico cliché que desencadena las comidas de helado masivas. Ya los gatos no matan curiosas, ahora usan arneses y se ostinan todos porque normalmente pueden y ahora no. Según él tengo la inteligencia de un gato de tres meses, y según yo el gato de tres meses tienen garras que atacan a los que ofenden. Siempre hay que dejarse caer en tentación y que aún así nos libren de todo mal, amén.

Pronto traigo sorpresas para este espacio de divagaciones e ideas mal alimentadas con Sriracha. Mientras tanto, no me deseen suerte si no pídanle a la condenada que se quede por acá porque me encanta tenerla.

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