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Definición de tedio II: Rollin'

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Qué feo eso de ser universitario y no saber copiar. Si hay algo que uno aprende bien en el colegio (aparte de los excelentísimos valores, que π es más que tres catorce y que la ingeniería civil llegó a ser una carrera popular entre los compañeros de mi generación) es a copiar como es debido. ¿Dónde quedó la sabiduría de los antiguos para transferir información al mejor estilo de los ninjas? ¿Dónde quedó el arte de pintarse las uñas con materia (¡hola!), de pasar secretos con sigilo, de traficar conocimiento como si fuese oro? ¿Acaso las artes de los maestros de la vagancia quedó reducida a no lograr un simple rename? Mal, mal, mal. Mal. Pero bueno, las calamidades que no impido por olvido e inconveniencias masivas.

Bueno, antes de seguir cuestionando si nuestro iluso amiguito pensó que no me daría cuenta que su carné era distinto al de su trabajo, seguiré con mi incógnita y obsesión eterna: las instituciones costarricenses (sí, ya aumentamos el scope). ¿Qué hace de las instituciones una realidad tan complicada? ¿Cómo logran atrasar los segundos y elevar el tedio al infinito? ¿Qué tienen en su aire acondicionado, en sus guardas, en sus fichas alfanuméricas para ser peores que un cuarto de tortura de la Santa Inquisición? Estoy convencida de que los bancos son la sucursal del infierno en la tierra, y el resto de las instituciones son infiernos en potencia (un poquito más de fuego en la entrada y filas largas y que Pikacku me ampare porque no quiero seguir viviendo.)

Insisto, si por mi fuese tendría mi dinero debajo del colchón y haría todos mis documentos en un pedazo de cartón. No comprendo a las instituciones ni sus métodos. No comprendo cómo aún en un día con suerte, los funcionarios logran exprimir la energía y las ganas de cada uno de los segundos de su tiempo. Me aterra saber que, a pesar de ser bendecida con el A109 y la espera de 10 minutos asociada, una hora en el INS es poco. También me aterra la idea de hacer todos los trámites y el papeleo requerido para el permiso de conducir sin un carro. Pikachu tuvo piedad conmigo y me bendijo con el A109 y las inexistentes filas del Banco de Costa Rica (no estoy siendo sarcástica. no me lo creo. señores, ¡traigan la champaña y las estrellas explotadas que hoy hay fiesta!) pero sí que no me imagino dando vueltas en nuestros amados buses, menos con las presas de pre-lunchtime.

Pero de ahí no sé, las instituciones me ponen existencialistas. Llego a cuestionar tanto el sistema de filas de a sentado (de esas que se mueven, no las estáticas con números) como la eficiencia de los bombillos de 25 watts para atraer al ganado (eh digo, a mis compañeros de fila del COSEVI). Cuestiono lo bombillocéntricas que se vuelven las masas y lo atrapadas que se encuentran en el recinto final, esperando agotados al último de los monstruos luego de viajar por la tierra del inseguro, el país de los quinientos colones del plastiquito y las cuevas del parqueo dónde ahora hacen dictámenes online. Dudo de la inteligencia de las muchachas que dejan como dos espacios entre ella y sus compañeros de fila, de sus miradas de asco y su aiFon de protector rosado mientras se cuestionan el posible lepra del pobre señor agotado. Cuestiono al señor final que les tira líneas a las muchachas (gracias por el cumplido pero, ¿¡really!?) y le agradezco a los cielos el glorioso plástico que indica que soy un atentado legal (y salí bien en la foto (; ). Muchacha, cuando el bombillo se enciende usted debe ir a la ventanilla que está debajo del bombillo, no quedarse viendo y pensar en la inmortalidad del cangrejo y el posible kilometraje del LED que no posee. Tal vez le estaba haciendo un favor al señor de al lado y no se alejaba por que le tenía asco si no para evitar contagiar su falta de lucidez.

Salgo victoriosa y muerta de hambre de los cuarteles del COSEVI sabiendo que me tocará volver, con suerte, en tres meses. Mi madre espera afuera con su compañera de penas y anécdotas de hijas que fallan con los vehículos. Odio manejar pero igual cada músculo de mi cuerpo tiembla, es casi que una obligación articular la pregunta al salir de ese recinto.
- Eeeentonces... ¿manejo yo o..?
- ¡Está loca! Usted sólo maneja con su papá. Si quiere que conservemos la amistad aléjese del volante.

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