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San José en shorts y botas altas

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Es el paraíso de los cordones coloridos y las películas a mil. La densidad de palomas por metro cúbico es superior a la densidad poblacional humana. Y el olor a caño predomina sobre el aire citadino. El Edén del disparate (y en el Edén pasan más cosas...) y el hogar de los "¿¡pero qué carajos!?". Capital de buses y trabajadoras (?) nocturnas en cada esquina y lleeeeeeeevelalíneaKolbiprepago, lleeeeeeeeeevela!

No lo sé, me gusta hablar de San José. Me fascina la ciudad de las miradas ausentes y las zapaterías que suenan reggaetón. Me obsesiona la ciudad de las historias y los chayotes al por mayor. Ella tiene la suficiente delantera como para almacenar su tablet pero en sus estándares de belleza (y decencia quizá) es aceptable que se note que el artefacto combina con su brasier de leopardo y no lo sé, simplemente no puedo. Llámenle elitismo del este o de la sección bonita de la fruta arriba del mar (¡NO vivo en Sabanilla, carajo! ¿Acaso resulta tan difícil recordar el nombre del otro distrito que termina en -illa?) pero simplemente no puedo con las muchachas (¿muchachas?) embutido y los hombres con dibujos en el mohawk (¿mohawk? ¿mójauk? ¿mójoc? ¿exceso de gel en la jupa medio rapada?) y lentes de sol de cebra a las 11 de la noche.

De ahí no sé (sí, yo nunca sé), todo lo anterior y todo lo demás es conocido. Señora, mi pase de bus me importa más que su historia genérica sobre sus hijos, en la siguiente cuadra alguien más me la dirá y su moneda vale tanto como la de la otra señora o como la del peaje de ingeniería. Señor, déjese su Jesucristo, no creo en él y no soy yo la que ocupa salvación. Y muchacho, gracias por el cumplido, piropo o como prefiera y la paleta pero si yo puedo con mis adicciones y fantasmas usted debería poder con los suyos. No es ni mi culpa ni mi responsabilidad. Lástima que tanto ciego con certificado hecho en word e impreso en casa y tanto curso con promesa de convertirme en experta en computación (Y curiosamente TODOS incluyen al Hotel Balmoral en la dirección. ¿Acaso el hotel atrae neuronas y bits funcionales? ) se transforma en alimento para la cínica paloma que habita en mi cabeza.

Son las 9.45 de la noche y hoy un anciano de 70 años (mínimo) me detuvo para decirme que me veía bonita. El sol de media tarde hace imposibles los paseos en jeans por la avenida pero los pantalones cortos atraen miradas. No soporto ser observada pero los audífonos y las posibles historias de los otros transeúntes (probablemente la mayoría va pensando "¡ay no, me va a dejar el bus!") minimizan la molestia. En San José es fácil sentirse como una oveja rodeada de lobos pero a la vez es fácil creer que el disfraz canino que uno posee es efectivo gracias a la música, el paso constante y la mirada matadora (???). Mi parada la cambian cada semestre y a pesar del miedo aprendido, adoro ir a pasear a mi pseudociudad.

San José: intersección de múltiples absurdos y generador de sentimientos encontrados.

(Nota: AMO a Lily Allen <3 ^ n)

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