Ella vivía en el infinito y en los amaneceres nocturnos. Sus ojos le pertenecen al más allá y las pocas notas de su voz que quedaron en el más acá se están perdiendo en la bruma. Ella me saluda con un buenas tardes a las nueve de la mañana, ella no entiende el mundo y no sabe si puede entenderlo.
A doña Oliva no le gusta este planeta de aluminio y plástico. No le gustan las pastillas y no sabe ni para que tomarlas, hace cinco años las pedía hasta para los lagunazos y hoy cada medicamento consume sus aires y los glóbulos rojos que corren por sus venas. Ella camina despacio pero sin paciencia, ella se duerme sentada pero no sueña y no descansa.
Doña Oliva no entiende este mundo de aluminio y plástico, le teme a la hipotermia en sus tierras a cuarenta grados. Y todos le dicen que no entienda, le muestran reglas, le dan pastillas y ella queda prisionera en sus propias fantasías. Ya olvidó mi nombre dos veces y el del muchacho tres, no vale la pena explicarle si tiene el mundo al revés.
Doña Oliva duerme pero no descansa. ¿Será que, cuando gire la moneda, nos seguirá gustando este mundo de aluminio y plástico?
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