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Copas y Matrices

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Manejar en San José no fue tan terrible como imaginé. No habían dragones saliendo de la parada de Tibás ni monstruos alados escupe fuego (No dragones, otra cosa. Imagínese algo.) mal parqueados en una de las tantas esquinas. El nueve es un número precioso, más porque es una hora donde nuestra hermosa capital no es un infierno para los aprendices de atentado. No sé cómo pretendo ir hacia más allá del infinito manejando si con costos puedo con las malévolas rotondas. Pero bueno, ++nervosismo.

Rancho Redondo: el mejor lugar para ser inconvenientes
a las 3am según la muchacha indiscreta de la varanda
El nerviosismo es fácil de definir los lunes de asueto, álgebra y azúcar en cantidades industriales. Lunes en los que la lluvia evita el paseo esporádico de los animales y el escape en las hamacas. Lunes de presidente chino medio olvidado y de desayunos tardíos. Lunes de cuidar cada palabra, cada sílaba, cada letra.

Es fácil que me entienda pero no quiero darme a entender, déjeme ser feliz. Las matrices y los espacios vectoriales me dan dolor de cabeza y por falta de soledad los pobres perros salen a pasear cada vez que Cartago llega a la final. La academia no ayuda y el nerviosismo ajeno exponencia el nerviosismo propio. A ver Sofía, respire profundo, tome agua, saque el clutch lentamente mientras comienza a acelerar y recuerde que la dimensión del espacio es igual al número de columnas. Todo va a estar bien, disfrute el helado, todo va a estar bien. El día en el que vaya manejando hasta Rancho Redondo con un poco más de cervecitas y un poco menos de terror no está tan largo si mejoro en el arte de esquivar a las vacas con ruedas o si le pego al bumper una espada con tape. Me urge un libro nuevo de la biblioteca, el anterior me dejó cicatrices severas y me rehuso a creérmelo, ¡hasta en el condenado libro tenías que aparecer! Ya no se puede vivir ni empezar a considerar la idea de llevar un curso por tercera vez en paz, no. El exceso de matrices me aterran, los cambios de marchas me aterran, el output que produce un circuito AND con sus palabras y las mías de entradas me causan un terror inimaginable. Pero bueno, ya pasó la parte horrible y todavía falta lo peor.

Luego de no aflojar ni un milímetro cúbico de dióxido de carbono corro a mi cuarto y pongo play. Mis manos siguen temblando y mi cabeza sigue en la parada de taxis y en la espera de algún comentario. Mejor corro a ahogar mis penas en copas de dulce de leche, galletas y leche condensada con toquecitos de limón.

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